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Writer's pictureAlice L.F

Back to Ballet

It’s an interesting battle, when you start –after many years- a for-adults ballet class. It becomes an endless cycle of love-hate, very different from what a professional level dancer can have. You see, ballet for adults is generally advertised as a “fun and fit” way to exercise, another option for socializing and saying that, such as it is, we are exercising. Even if that were true, it still carries its own challenges.


On one side, there’s the internal battle to get over the fact that, with my bad knees and low flexibility, it's likely that my développé will never get to the point of touching my ears. Let’s not speak of the effort I make when concentrating all of my energy into holding my shaky leg to a humble 90° angle... a high elevation if you ask me.


The way my leotard fits me now is extremely different from the elongated figure I had several years ago when I was dancing many hours a day. On the other hand, does anybody else suffer from those horrible foot cramps when pointing your toes on a tendu? Because seriously, I feel like my feet will break from how sore they get.


I remember how little I wanted to get to that part of the ballet class in which the teacher would form groups, or ask us to step up one by one to perform a combination of jumps and turns. Have you ever had that feeling of unbearable stress from stage fright? It’s a tingle that rises from the worn fabric of your ballet slippers, up to the last hair on your head, while everybody in the classroom is waiting to watch you execute the combination just demonstrated.


I felt very insecure trying to pull off those combinations, and at the end I realized that during the whole exercise, I seemed to be imitating a little girl trying to walk in the heels she stole from her mom. And, in contrast, the image currently in my head is the one from when I pose and dance in front of the safety of the mirror in my room, and I see myself elegant and serene. That’s my inner Prima Ballerina.


It wasn’t until a few months ago, in the middle of the pandemic, that I returned to class and all that “childhood trauma” became an experience of support and encouragement. A dance class for adults is for sure a safe-place to learn, to fall, to make a maximum effort, and to still be welcomed from the other side of the screen with support, respect, and very friendly vibes from people who are going through the same.


It really is something special.


It's true that ballet promotes grace, sociability, and it’s a very complete workout, but believe me, it’s so much more than that. It’s the opportunity for every person, regardless of age, flexibility, technical skill or experience, to love the journey, and to discover the enormous capabilities of their body.


It’s possible that for doing a penché, my supporting leg will shake, and my back leg won’t go past 90°, or that on my first try of a doble pirouette I’ll get dizzy, but I’m learning to appreciate every sweat drop, because I know I’m giving my best. We all go at different rates and there is no rush! And of course, it is also possible that my leotard won't fit as it once did, but in my learning process I also try to not judge myself so harshly, and being honest I still have a good figure!


It’s a slow process, but I’m learning to make peace with the whole of it. That’s the magic of ballet! To understand that, even if it seems that the practice is not perfect, it’s creating a more perfect version of myself.

Alice



Es una batalla interesante cuando inicias, después de muchos años, una clase de ballet para adultos. Se vuelve un ciclo interminable de amor-odio muy diferente a la que puede tener un bailarín de nivel profesional. Verán, el ballet para adultos generalmente es comercializado como una forma “divertida y fit” de hacer ejercicio, una opción más para socializar y decir que dentro de lo que cabe, “hacemos ejercicio”. Y si bien eso pudiera ser cierto, también conlleva sus propios desafíos.


Por un lado, está la batalla interior para superar el hecho de que, con dos rodillas malas y mi poca flexibilidad, probablemente mi développé nunca llegue al punto de tocar mis orejas. Y no hablemos del esfuerzo que hago al concentrar toda mi energía en sostener mi pierna temblorosa... a unos humildes 90°, bien "elevada" según yo.


Por otro lado, la forma en que se ve mi leotardo ahora es extremadamente diferente a la alargada figura que tenía hace varios años cuando hacía horas de clase al día. Y ya que estamos desahogándonos, alguien más sufre de esos horrorosos calambres en el pie cuando apunta los dedos haciendo tendu? Porque seriamente siento que mis pies se parten a la mitad de lo adoloridos que llegan a estar.


Recuerdo las pocas ganas que tenía de llegar a aquella parte de la clase de ballet en la que la maestra formaba grupos, o nos pedía pasar de una en una a marcar una combinación de saltos y giros. ¿Alguna vez han tenido esa sensación de estrés muy fuerte por pánico escénico? Es un cosquilleo que se eleva desde la tela gastada de las zapatillas de ballet hasta el último pelo de la cabeza, mientras todos en el salón esperan para verte realizar el ejercicio.


Me sentía muy insegura al intentar hacer bien esas combinaciones y al final me daba cuenta que durante todo el ejercicio parecía que estaba imitando a una niña pequeña intentando caminar con los tacones que le robó a su mamá. Y en total contraste, la imagen que tengo actualmente dentro de la cabeza es de cuando poso y bailo frente a la seguridad del espejo de mi cuarto y me observo mucho más elegante y serena.

Esa es mi Prima Ballerina interior.


No fue sino hasta hace unos meses, en medio de la pandemia, que regresé nuevamente a clases, y todos esos “traumas de la niñez” se convirtieron en toda una experiencia de apoyo y aliento. Una clase de ballet para adultos es realmente un espacio seguro para aprender, caer, esforzarse al máximo y aún así ser recibido en el otro extremo de la pantalla con apoyo, respeto y vibras muy amistosas de personas que están pasando por lo mismo.


Es algo realmente especial.


Cierto, el ballet promueve la gracia, la sociabilidad y es una forma muy completa de hacer ejercicio, pero créanme, es muchísimo más que eso. Es la oportunidad para que cada persona, sin importar su edad, nivel, flexibilidad, habilidad técnica o experiencia, aprenda a amar el viaje y descubra las enormes capacidades que tiene su cuerpo.


Por supuesto, existe la posibilidad de que para hacer penché, mi pierna de base tiemble y la de atrás no suba más de 90°, o que al primer intento de doble pirouette me maree, pero estoy aprendiendo a apreciar cada gota de sudor porque se que todos avanzamos a diferente ritmo ¡y no hay prisa! Y por supuesto, también es posible que mi leotardo no me quede como antes, pero en mi proceso de aprendizaje también está el de no juzgarme tan duro y siendo honesta conmigo misma ¡aún tengo una buena figura!


Es un proceso lento pero voy aprendiendo a hacer las paces con todo lo que conlleva. ¡Esa es la magia del ballet! Entender que si bien parece que la práctica no es perfecta, si está creando una versión más perfecta de mi.

Alice

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